lunes, 20 de mayo de 2013

Capítulo 1: El fracaso derivado en éxito



Siempre es difícil tomar decisiones, por estúpidas que sean.  Desde cortarte el pelo, hacerte un tatuaje o aprender un nuevo idioma, nos vemos siempre atormentados por la acojonante atractividad de la opción desechada, frente a la monotonía y aparente inutilidad de la que nosotros elegimos. Hice bien? Hice mal? La mayor parte de las veces no importa, pues son asuntos sin importancia.
 Pero hay veces, sólo unas pocas, en las que las decisiones que debemos afrontar marcarán tu vida de alguna u otra manera.
Esta es la historia de cómo el universo, en su hijoputismo más exagerado, te obliga a tomar una de esas decisiones, de las importantes , cuando calzas sólo 17 años. Ésta es la historia de cómo me equivoqué para acertar, de la gran suerte de no tener las cosas claras.
Te encuentras en primero de Bachiller, sin saber lo que quieres hacer de tu vida. Entre coqueteos con el alcohol y escarceos nocturnos los estudios no son muy importantes para alguien que no tiene las cosas demasiado claras. La selectividad parece lejana y difusa, y a ti te la sopla todo.
De repente, un poco por presión social un poco por ganas, estudiar medicina se convierte en un objetivo fundamental, algo que de verdad te motiva, y peleas por ello. Estudias al máximo, lo das todo. 
Pero no es suficiente.
 El primer año de vagancia pasa factura y te das de bruces con tu mayor enemigo en estos casos: “LA NOTA DE CORTE!!” (leer con voz chunguérrima).
El caso es que, después de bombardear a todas las universidades habidas y por haber con solicitudes olvidadas , y no recibir más que palos, asumes que ese “sueño” (por llamarlo de alguna manera) no es posible.
Y cuál es el paso natural? Si medicina no >>>Enfermería.
Debe de ser el peor cliché que arrastra nuestra profesión, y sí, fue mi caso al principio. En un primer momento, mientras rellenaba la solicitud, el apelativo “médico frustrado” revoloteaba sobre mi mente y se cagaba en mi cabeza.
Me pasé ese verano pensando en la decisión que tomé: “Habré hecho lo correcto?” “Me arrepentiré y lo dejaré al primer año?”
Y te acojonas.
Te acojonas porque coño, es tu vida, es a lo que te vas a dedicar la mayor parte de la misma.
Pero ocurrió algo maravilloso.
Y lo que ocurrió fue que entré en la Escuela de Enfermería, y descubrí  una profesión espectacular, una vocación que seguir , algo sumamente gratificante y enriquecedor a todos los niveles. Y lo mejor de todo, conocí a una colección de personas ESPECTACULAR.
Descubrí el gran error que hubiese sido estudiar medicina, y la fortuna que tuve de terminar entre controles, medicación, sueros, quejas, maquinitas pitando, personas y experiencias acojonantes.
Y, como quien no quiere la cosa, la vagancia y el destino me guiaron hacia lo que realmente me gusta. Porque la suerte es tan puta, que viene cuando menos te lo esperas, disfrazando las oportunidades de ostias.